Haggard, cantinas y pop: la pasión según Asis Nasseri

Abril 21, 2025

Los caminos del señor son muy misteriosos, y sus designios son poco improbables de prever. La vida es una tómbola, tom-tom-tómbola. O como diría Forrest, es como una caja de chocolates: uno nunca sabe cómo acabará a las 5am de un viernes santo. 

Todo comenzó el día previo, en la víspera de la tradicional visita a los siete bares, donde las calles del centro histórico potosino se llenan de borrachos consuetudinarios, recorriendo las principales cantinas del primer cuadro de la ciudad. Contrario a los feligreses católicos que asisten a los siete altares como cada semana santa, ambos grupos de transeúntes los unía la carga simbólica del acto: acompañar espiritualmente a Jesús aka Cristo en los siete tramos antes de su condena a muerte; la diferencia es que los simpáticos borrachines sentirán la muerte en la cruda del día siguiente.

Además de esta dicotomía religiosa (la devoción mexicana por la cerveza es tan fuerte como a la del catolicismo), había otra dualidad en aquella latitud: la cuarta edición del Festival Internacional San Luis en Primavera -organizado por el ayuntamiento local- organizó la presentación simultánea del 90´s Pop Tour en Plaza Fundadores, y Haggard en Plaza de Aranzazú. Todo se perfilaba a que seríamos testigos de una escena de sketch barato de Televisa: por un lado los bobos-niños-nice con agujetas de color de rosa, y por el otro los metaleros melenudos rudos, todos vestidos de negro (¿o sería al revés?). El punto es que estaría a reventar la zona.

El año pasado, el mismo festival trajo a Therion como banda representativa del género (¿al gobierno le gusta el metal sinfónico?), y tuvo buenas impresiones. Ahora tocaba turno de la banda de Asis Nasseri a lo que se llamaba el Metal Day, que -de acuerdo a su página de internet- es una iniciativa creada para fortalecer la escena metalera nacional con conciertos de bandas nacionales e internacionales, democratizando el acceso a la música en vivo con eventos gratuitos o a precios accesibles. Nada mal.

Este humilde abanderado del merol asistió y cubrió a Therion en 2024, como asistente de a pie. No logré acreditación de prensa. Pero en esta ocasión las circunstancias cambiaron y me dieron mi charola para estar en una zona más o menos decente y cercana al escenario. Ahora no estaría esperando horas bajo el sol para estar en un lugar bueno y disfrutar el concierto. La frase “pinche gobierno puto, no tengo nada de ti” no la pude aplicar (por el momento). Tanto me animé con esto, que días previos le mandé un correo a la banda, para ver la posibilidad de hacer una entrevista. El no ya lo tenía, y soy de la filosofía de que a los culos no les hacen corridos (ahora prohibidos, ¿son más contracultura que el rock?). Cuál fue mi sorpresa al ver en mi bandeja de entrada que -supuestamente- el mismo Asis respondió al mail, aceptando con entusiasmo y esperando afinar detalles para hacer la entrevista. Ya se armó.

Acercándose la hora, me lancé a Aranzazú, y con mi acreditación en mano me abrí paso entre la seguridad y el staff municipal cual Moisés en el Mar Rojo para ocupar un buen sitio. Quería estar cerca de ahí, esperando alguna señal para la entrevista. Además de ver a Auroz, talento potosino que abriría el concierto. La banda fue elegida a través de CAPO, el Catálogo de Artistas Potosinos, quienes tienen la tarea de visibilizar el trabajo de artistas locales. Auroz toca entre hard rock y heavy metal, tiene su origen en 2020, y está integrado por Max Orozco (guitarra), Fernando Lozada (voz y guitarra), Arthur Black (bajo), y P Zilence (batería). En el breve tiempo que estuvieron al frente, controlaron bien al público, avivando los ánimos, destacando -además de su música- la interacción que tuvieron con su audiencia, no dejándose intimidar. Para este tiempo, se estaba llenando la plaza, y para no perder la experiencia, me trasladé al otro extremo del lugar para visitar el stand de merch, que consistía en playeras de Haggard. Ya más afuera estaban colocados los vendedores de prendas -digamos- artesanales y sin licencia, a un precio mejor (compra local, dicen).

Regresando a la zona de prensa, varios integrantes de Haggard estaban disfrutando de la presentación de Auroz. Al verlos marcharse, supe que empezaría el main event. Pasadas las 7pm, Asis Nasseri acompañado de once músicos (que al final fueron doce), subió al escenario, y dieron cátedra de cómo dominar la ejecución de sus instrumentos. 17 temas interpretaron, y si bien el sonido no les favoreció en las primeras tres rolas, a partir de ese punto se escucharon de maravilla.

Haggard es un proyecto increíble. Si bien iniciaron en 1989 enfocándose en el death metal, empezaron a introducir elementos de metal melódico y neoclásico, resaltando épocas como el Renacimiento y el Barroco. El sello más distintivo de la agrupación es la mezcla entre instrumentos tradicionales del metal como guitarras distorsionadas, batería y bajo, con una amplia variedad de instrumentos clásicos como violines, violas, cellos, flautas, oboes, fagots, pianos y coros líricos. Además, en sus letras han dedicado álbumes completos a figuras como Nostradamus, Galileo Galilei y Giordano Bruno, lo cual añade un componente narrativo y conceptual a su propuesta musical.

Tuve la oportunidad de verlos en 2016 en el festival Northside en Monterrey, pero puedo asegurar que en esta ocasión fue un deleite. Surreal fue ver cómo había gente en los techos de los edificios aledaños. Incluso en las oficinas del SATanás había público disfrutando del concierto. Con músicos tanto extranjeros como mexicanos, ofrecieron una experiencia sensorial sin igual. Como encore y de manera respetuosa, interpretaron el Himno Nacional Mexicano y finalizaron con el cover de Mecano, “Hijo de Luna”. A título personal, no fue la mejor elección para culminar el recital, pero se compensó con la luz que hacía de una luna reflejada en la iglesia contigua al escenario.

Asis mencionó que de ser posible, a todos los que quisieran, la banda firmaría autógrafos y se tomaría fotos. El caos comenzó y al desalojar la plaza, bastante gente esperaba en una de las puertas para tener un poco más de los músicos. Era mi momento para recordar lo de la entrevista. Después de un rato dieron el pitazo de que saldrían por otra puerta, y la intención de encontrármelos desapareció rápidamente. Regresé al stand de merch, y en un arrebato de locura me hice un parche de batería firmado por los trece miembros de Haggard, mismo que regateé a más no poder (mi billetera lo agradecería).

Cabizbajo, deambulé entre la gente, para encontrarme con mis amigos. El nuevo punto de reunión fue el Studio 86, establecimiento de serigrafía artesanal, ilustración y grabado, ubicado en Herrera 195. Con cerveza en mano, duramos varias horas ahí, hasta que dos uniformados en motocicleta nos dijeron que fuéramos desalojando. Curiosa petición pues al salir a la calle adyacente, la celebración de la vista de los siete bares seguía en su apogeo.

En la avenida Reforma, afuera del bar El Escalón, con la intención de abandonar al gentío popero, metalero y beodo (ya no había distinción), pedimos un Uber y nos fuimos en bandada a otra locación. Los más jóvenes sucumbían lentamente ante el sueño y el alcohol, mientras que los más veteranos duramos estoicos hasta altas horas de la madrugada. Doce horas después de salir de casa, regresaba a la misma dispuesto a dormir. Mas no a soñar pues el sueño lo viví en carne propia al ver a Haggard en vivo y a todo color. Cual Jesús y sus doce apóstoles, Asis y compañía predicaron la manera de conjugar el poder del metal con la sensibilidad de la música culta. Géneros distintos a simple escucha, pero que mezclados llegan a rozar la divinidad.

Asis, si estás leyendo esto, te perdono el ghosteo pero que feo que seas así.

Para más fotos, visita la galería de Haggard y Auroz.

Fotos por HugoEmeCe

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